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  • Redaccion

Una semana en China


Esta semana pude hacer realidad una de las cosas que quería hacer desde hace tiempo: visitar China, la tierra de mis abuelos y los abuelos de mis abuelos. A continuación los apuntes del viaje, y como siempre, si no quieren seguir recibiendo estas notas, simplemente me lo hacen saber y asunto solucionado.

Trabajo en desarrollo automotriz, la fase entre el diseño y la producción. Pasar de diseño a producción no es complicado cuando se tienen componentes fijos, pero cuando éstos varían, los demás componentes han de hacer cambios para ajustarse a los cambios del otro… y en muchos casos los que ya diseñaron un elemento no encuentran muy simpático el verse obligados a rediseñarlo o rediseñar el equipo de fabricación, sólo porque el diseñador del elemento contiguo necesita un milímetro más de espacio para pasar un nuevo cable. O porque la estructura contigua necesita ser reforzada porque no ha pasado las pruebas de seguridad. O porque el proveedor no puede entregar el material con las especificaciones pedidas. O porque a última hora el equipo de diseño decidió agregar una funcionalidad más, para poder destacarse más fácilmente de la competencia. O porque a última hora el equipo de ventas convenció a gerencia que tu proyecto tenga una funcionalidad menos, para que los otros autos mejoren sus ventas. En todos esos casos, aquellas modificaciones acarrean negociaciones entre fabricación, diseño, pruebas y financiamiento, y como resultado se tienen acuerdos de contenido técnico, fechas de entrega y presupuesto. Cada una de esas metas es un compromiso que una vez que es aprobado, debe ser respetado como si hubiera sido firmado con sangre, y eso sin mencionar la burocracia interna para la aprobación de los cambios, de acuerdo a los niveles de inversión o el impacto de los cambios requeridos. Durante el desarrollo y la producción de un auto pueden producirse varios de esos conflictos de diseño, y después de unos cuantos cientos de cambios es fácil perder la perspectiva y navegar en el caos. En esos casos se hace necesario una revisión general: estado total del sistema, componentes y cambios vigentes a la fecha y problemas no resueltos. Fue una de esas revisiones generales fue la que me trajo por primera vez a China.

Recibí la noticia en Múnich un lunes por la tarde, el comunicado era simple y duró apenas unos segundos: Un ingeniero senior y yo viajaríamos a China a ayudar al módulo que se encarga del desarrollo de las puertas y los espejos exteriores a organizarse para la revisión general. Nuestra tarea era asegurarnos que cuando se evalúen las órdenes de cambio, las liberaciones de presupuesto, los incidentes del sistema de calidad, los problemas técnicos y la completa estructura de reuniones, el equipo de trabajo pueda sobrevivir a la avalancha de críticas que ya sabía que recibiría. No me lo tomé con mucho entusiasmo, la revisión general ya estaba planeada pero las celebraciones del año nuevo chino estaban apenas a dos días de empezar. Yo daba por sentado que durante las festividades todos estaban de vacaciones y que no se podría enviar a tiempo la invitación de la empresa; sin ella, todavía podría viajar a China como turista, pero una cosa que he aprendido de experiencias ajenas es que mentir a las autoridades de migraciones no es una buena idea. A pesar de ser feriado largo en China, la invitación oficial llegó el lunes de la semana subsiguiente y el mismo día inicié los trámites de visa. La respuesta debería llegar cuatro días más tarde y con las mismas a empacar y salir al aeropuerto, de los pasajes aéreos y el hotel ya la empresa se había encargado. Que el cliente en Múnich haya hecho tanta presión aún durante el más importante de los días festivos en China para enviarnos a mi colega y a mí a organizar lo que se estaba viviendo en su filial debería habernos dado una pista de las dimensiones del caos. Fue un trabajo tan difícil que no voy a entrar en detalles, pasemos directamente a lo que nos interesa más: la vida en China de un expatriado.

China se está industrializando a velocidades asombrosas y nuevas megalópolis están floreciendo. Un ejemplo de ello es Shenyang, la ciudad donde se construye el auto en cuyo desarrollo trabajo estos días. La ciudad ha pasado de dos a diez millones de habitantes en sólo cinco años y se espera que crezca hasta los veinte millones en los próximos diez años. Las empresas occidentales quieren ganar mercado en China y para ello, obligadas por ley, deben formar una asociación con una contraparte local y con empleados locales. Pero occidente no pueden darse el lujo de esperar a que los trabajadores orientales alcancen los niveles de habilidad y conocimiento que sus empresas necesitan, y por ello envía contingentes de expatriados, expertos cada uno en su propio campo, desde gerencia hasta mano de obra especializada, con la consigna de formar al personal local en los modos y las costumbres de las empresas occidentales. De primera impresión puede parecer mucho pero no lo es: las instalaciones a las que nos dirigimos operan con nueve mil empleados, de los cuales sólo doscientos son expatriados, en su mayoría alemanes. Esa misma proporción se repite con algunas variaciones en las asociaciones en los otros sectores, por lo que es entendible que en una ciudad de diez millones de habitantes la presencia de extranjeros pase desapercibida. Los arreglos de alojamiento se hacen de acuerdo al tiempo de estadía y los deseos del trabajador expatriado. Para nuestro caso, una semana de trabajo, la decisión era fácil: los hoteles-departamentos que se yerguen como castillos uno junto al otro, disputándose clientes mediante ofertas en servicio y mejoras en el precio. Una habitación en un hotel cinco estrellas en Alemania puede costar alrededor de 160 Euros la noche, la misma habitación en un hotel cinco estrellas en Shenyang cuesta sólo 85 Euros. La rutina diaria de un expatriado es desayunar alrededor de las seis para que el taxi-bus lo recoja junto a sus colegas y lo lleve al centro de trabajo, regresar al hotel cuando acaba la tarde, o aprovechar la noche para ver un poco la ciudad y conocer un poco más de las costumbres.

Ya que estamos en el tema y como estoy seguro que la narración se prestará para bromas, dada mi propia herencia cultural y genética, aprovecho estas líneas para expresar –una vez más– mi desagrado ante esa muy peruana costumbre de dirigirse a las personas usando su raza: “chino”, “cholo”, “negro”, “colorado” o cualquier otra. Me responderán “se lo digo de cariño” y “no hay mala intención”, y yo les creo que lo digan de cariño a sus respectivas parejas, o a sus hijos, o a sus amigos más cercanos; y yo les creo además, que en muchos casos no haya mala intención de por medio. Pero el usar esos términos en nuestra vida diaria no hace sino banalizar la discriminación, hacerla “aceptable”, “tolerable”. Por mi parte, simplemente no lo acepto por ningún motivo y bajo ninguna excusa; soy un convencido que el Perú nunca crecerá como sociedad hasta que no deje de lado esas costumbres.

Pero volvamos al relato: El tráfico en China no es fácil, una de las primeras cosas que uno aprende es que aun cuando el semáforo está en rojo, los autos pueden doblar a la derecha, para susto de los alemanes acostumbrados al semáforo a tres tiempos: pare-pase a la izquierda-avance. Además de eso hay que recordar que China no ha vivido una cultura automotriz sino a partir de los últimos diez años. Manejar dentro de la masa caótica requiere habilidades de vidente: los autos cambian de carril sin hacer señales de luces, adelantan tanto por la izquierda como por la derecha, y las líneas continuas y discontinuas son cruzadas por igual sin distinción ni aviso. Y manejando al interior de la ciudad es fácil encontrarse con autos doblando en U sin que nadie se asombre o se moleste, o a la salida de los mercados encontrarse con pequeños automóviles de tres ruedas, y digo automóviles porque son automóviles en toda regla, salidos de fábrica con timón a la izquierda y carrocería estándar. Además de automóviles por doquier, la ciudad cuenta con trenes subterráneo, taxis y sistema de buses –cuyos paraderos cuentan con pequeños corredores metálicos para que la gente no se aplaste. Las bicicletas, motocicletas y mini-motos están por doquier, estás últimas circulan además por los corredores peatonales, obligando a saltar de un lado a otro a los que no están acostumbrados. En general, se aplica la misma regla que en el Perú: nunca hay que confiarse. No tengo idea si el precio del combustible es caro o barato de acuerdo a la canasta familiar en China, pero por la forma como el mercado vehicular ha aumentado en China en los últimos años, parece que eso no está en sus preocupaciones.

La ciudad es inmensa, encontramos rascacielos por todos lados y durante toda nuestra ruta, además de gigantescos lotes de terreno cercados con anuncios de más rascacielos futuros. Una nueva ordenanza califica las construcciones de menos de seis pisos un desperdicio de espacio y deben ser demolidas para dar paso a los nuevos gigantes. Desde el hotel donde me alojo puedo ver un complejo urbano en construcción, con el edificio que será en dos años el segundo más alto del mundo, si hemos de creer a los anuncios. Vivienda, comercio y centro de negocios, servicios de salud, restaurantes y más. Una mini ciudad en toda regla. Y la historia se repite en muchos otros bloques de edificios, en avenidas que le dan a la palabra “interminable” un sentido más grande. Pero Shenyang es también una ciudad de tradiciones y horarios fijos; una caminata nocturna, de esas que me ayudan a convertir mis divagaciones en ideas claras, no es la mejor ocurrencia cuando afuera el termómetro marca -10 grados Celsius (puede llegar hasta a -40 en la mitad del invierno) y en la calle no hay nadie que hable algún idioma de occidente. No estoy muy seguro cómo será la vida en ciudades grandes como Shanghái o en Pekín; pero en una ciudad de apenas diez millones de habitantes, la vida es bastante tradicional. Claro, China también tiene barrios difíciles. Es la misma regla, no importa que ciudad, no importa que país: las grandes ciudades ofrecen oportunidades y causan desplazamientos… pero no todos logran coger esas oportunidades y se convierten en los rezagados, los inexistentes, aquellos que sobreviven durmiendo en los umbrales y que la llegada de las nieves les obliga a apretarse unos con otros para sobrevivir. De esos también vas a encontrar en la moderna China, si es que sabes donde mirar.

Tampoco se puede hablar de China y sus ciudades industriales sin dejar de hablar de la contaminación. Los primeros índices de calidad del aire que se hicieron públicos fueron los presentados por la embajada americana y sus consulados; el gobierno chino reaccionó con molestia, pero al final entendió que si quería mantener su desarrollo en el largo plazo debería mantener una población saludable, y para ello necesita mantener también la calidad del aire bajo control. Uno de los indicadores de calidad del aire más importantes es el número de partículas de diámetro inferior a 2,5 micrómetros –o micras- por metro cúbico, generalmente simbolizado como PM2,5. En Europa se ha fijado como meta que para el año 2020 ese índice tendrá un valor máximo de 20 PM2,5; es decir, 20 partículas con diámetro inferior a 2,5 micrómetros por metro cúbico; en Múnich, al momento de escribir estas líneas ese índice es 35 PM2,5. La calidad del aire en Shenyang en estos días osciló entre 85 y 180 PM2,5. Cuando los índices de contaminación son mayores a 300 PM2,5 se recomienda a la población mantenerse en casa. ¿Cómo se pasa de una cultura donde la calidad de vida es tan importante como la alemana a llevar los estándares chinos de calidad de aire? Es cuestión de actitud. Aquellos expatriados que chequean las mediciones día a día, hora a hora, no aguantan el stress, se regresan pronto a casa.

Por último, China es tambien comida tradicional y un contingente de historias, leyendas y tradiciones milenarias que enriquecen la cultura de la humanidad, pero aunque probablemente sean los temas que más interés puedan despertar, porque hay tanto para ver, conocer y vivir en experiencia propia que si empiezo a contar no acabo nunca, es por eso que en este relato no incluiré esos detalles. Para entenderlas mejor, hay un método altamente recomendado que se puede usar por igual para la cultura china como para cualquier otra cultura: viajar y conocer.

Un fuerte abrazo a la distancia, espero que la oportunidad de reunirnos se presente pronto.

06 de marzo de 2015, Shenyang, China.

Martín León Li

* Martín León Li es bombero voluntario peruano y colaborador de la revista Desastres.org desde 1997. Actualmente vive en Alemania donde ha culminado su MBA.

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